Querida burocracia: ya suéltame, por favor

Ángeles Polvo / Filoletras

I

Todo iba bien. Estaba a punto de salir de mi cuarto para tomar el transporte cuando mi hermano me detuvo. Me pidió que lo ayudara: mi hermana de preparatoria tenía problemas para obtener la beca Benito Juárez. Yo no quería ir. Sinceramente, esperaba que él lo resolviera. El problema era que su CURP no tenía la leyenda que indicaba que era un documento validado por el registro civil.

Vi la cara de preocupación de mi hermano. Desde que nuestro papá ya no está y mi mamá trabaja todo el día, somos nosotros —los hermanos mayores— quienes tenemos que hacernos cargo. Afortunadamente, mi mamá había dejado el carro, así que comenzamos una especie de road trip burocrático: : sin playlist, sin snacks, pero con toneladas de incertidumbre.

Primero fuimos a la presidencia municipal. Ahí nos informaron que el detalle del CURP venía desde el acta de nacimiento: tenía errores e información inexacta. Pensé: ¿por qué mi papá no se dio cuenta de eso? Y luego ¿Quién diablos hacía las actas, un gato caminando sobre un teclado?

Resultó que mi hermana no era la única. Al parecer, varios de sus compañeros tenían las mismas observaciones. Veías a madres y padres tratando de resolver lo que parecía imposible, con un gesto frustrado cuando les decían que había que pagar por un documento municipal, para luego trasladarse a Zacatelco donde se ubican las oficinas de la Región Integral 05 del Registro Civil. Porque claro, los trámites importantes siempre tienen que estar en otro municipio.

Nos dieron una lista de documentos que debíamos llevar y sus costos. Casi dos mil pesos por corregir errores que no fueron culpa de mi papá, sino del personal del registro. Con calor estilo horno de pan y una oficina pequeña del tamaño de un armario donde obligaban a vivir a Harry Potter, esperamos nuestro turno. Y sorpresa: el trámite lo tiene que hacer la mamá.

Regresamos con las manos vacías. Preguntamos a las personas de la beca si se podía continuar sin la CURP validado. Nos dijeron que sí... pero que había que corregirlo tarde o temprano. Spoiler: fue temprano.

II

Mi mamá fue unos días después. Salió del trabajo y llegó a las tres de la tarde, pero lo único que consiguió fue que le dijeran que ya no recibían documentos a esa hora. Regresó cansada a casa y me preguntó si podía ir al día siguiente. Ella no podía faltar al trabajo y alguien tenía que hacerlo.

Me armé de valor, agarré los papeles y partí decidida a ganarle al monstruo de los trámites. Tardé casi dos horas en llegar a Zacatelco. Me formé. Cuando llegó mi turno, me dijeron que tenía que ir a los portales de Tlaxcala porque la foto del acta no era visible. Negué con la cabeza. Les expliqué que eso no había sido un problema la vez anterior. La señorita que me atendió se apiadó de mí: dijo que sí podía continuar, pero debía hacer una solicitud que costaba 80 pesos y que tenía que firmar mi mamá.

Tomé un Uber hasta Galerías Tlaxcala para encontrarla. Tardé 15 minutos en llegar y 20 en volver. Eran las 2:00 de la tarde. Frente a mí, una señora tardó una eternidad para corregir el acta de nacimiento de su esposo porque su apellido era "Cortez" y en su familia lo llevaban con “s” al final. Preguntaba y preguntaba. 

Dieron las tres. Cuando por fin llegó mi turno, la funcionaria me dijo que regresara al día siguiente. La miré, con una mezcla de cansancio, impotencia y desesperación. Tal vez algo en mi cara la conmovió, porque me dijo que esperara. Al poco rato, me dieron un borrador del acta para verificar los datos. Todo estaba correcto. Finalmente, me entregaron el acta corregida.

Me mojé de regreso. Llegué a casa a las cinco, lista para enfrentar el siguiente monstruo: la tarea. Pero claro, no sin antes revisar si mi CURP también estaba mal. Porque con esta suerte, seguro nací en Santa Ana (que no existe y debe ser Chiautempan) y  mi año de nacimiento esta abreviada.