top of page

Plaza Xicohténcatl: comida y suerte

  • uatxfiloletras
  • 6 may
  • 2 Min. de lectura

Pablo Jiménez / Filoletras

Cuando el sol comienza a descender lentamente sobre el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y dorados, la Plaza Xicohténcatl empieza a transformarse. A lo largo de sus calles aparecen los primeros signos de vida nocturna: los puestos de comida. Uno tras otro, los puesteros instalan sus carritos y toldos, acomodan utensilios, preparan ingredientes y encienden fogones. El aire se impregna pronto de aromas que despiertan el apetito.

Con el paso de las horas, la variedad se despliega como un mosaico culinario. Allí están los puestos de hamburguesas, con el chisporroteo de la carne sobre la plancha; más allá, las empanadas se alinean, doradas y humeantes, junto a los tacos que se sirven con su carne recién cortada. No faltan los hot dogs, los churros recién salidos del aceite, las alitas de pollo crujientes ni las rebanadas de pizza que, bajo la luz amarilla de los focos, parecen aún más apetecibles. Cada puesto cuenta una historia, cada platillo lleva consigo un pequeño universo de sabores y vivencias.

Cada vez que camino por la plaza y observo cómo se levanta esta pequeña ciudad de comida temporal, no puedo evitar pensar en el esfuerzo silencioso que hay detrás de cada negocio. No es sólo cuestión de montar un carrito y esperar a que lleguen los clientes. Es madrugar para preparar la mercancía, es resistir el cansancio, es lidiar con el clima, con la competencia, con los días buenos y los días sin venta. Es tener fe, incluso cuando el porvenir se muestra incierto.

Muchos de estos negocios prosperan porque han encontrado el lugar y el momento justos: una esquina donde se necesita algo que no se consigue fácilmente, una plaza con hambre de opciones nuevas. Pero llegar a ese punto, encontrar ese equilibrio entre necesidad y oferta, no es producto del azar únicamente. Detrás hay estrategia, intuición, persistencia y, claro, una dosis de suerte que nunca está de más.

Montar un puesto de comida puede parecer simple, pero en realidad es una apuesta diaria. Implica invertir recursos limitados, sacrificar tiempo personal y familiar, exponerse al fracaso. Y aún así, muchos lo hacen.

Por eso, cuando cae la noche y la Plaza Xicohténcatl se llena de gente —familias, estudiantes, trabajadores, turistas— que se acercan a comer, no estamos viendo sólo una serie de transacciones. Lo que se presencia es un acto cotidiano de perseverancia. Esa plaza se convierte en un espacio donde confluyen el destino y la necesidad. Y en cada mordida, en cada platillo servido, se saborea no solo comida, sino el testimonio del esfuerzo de quienes, a pesar de todo, siguen apostando por salir adelante a pesar de las circunstancias.

Comments


  • White Facebook Icon
  • White Instagram Icon
  • White Twitter Icon
  • White YouTube Icon
  • White Vimeo Icon
bottom of page