El Delfín de Tlaxcala: una vida de lucha, pasión y legado en el ring
- uatxfiloletras
- 26 mar
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Ángel Vázquez / Filoletras
En agradecimiento a todos los aficionados de este deporte y al Grupo Rancio de Lucha Libre, por su constante e incondicional apoyo.
—Delfín Navarrete
El rugido del público retumba en la arena. Las luces iluminan el cuadrilátero, donde una silueta se eleva en el aire desde la tercera cuerda. Por un instante, el tiempo se detiene. Luego, un giro impecable y el impacto contra la lona desatan la euforia de la afición. Así es la lucha libre: adrenalina, destreza y espectáculo. Y nadie conoce mejor esa sensación que El Delfín de Tlaxcala.

Delfín Navarrete, con más de dos décadas de trayectoria, es mucho más que un luchador profesional. Es un ídolo del público, un representante del talento tlaxcalteca en el ring y un maestro de nuevas generaciones. Desde niño, al ver las hazañas de El Santo, Blue Demon, Octagón y Atlantis en las películas que pasaban por televisión, supo que su destino estaba en el cuadrilátero. Pero su camino no fue sencillo. Cada golpe, caída y obstáculo forjaron su carácter, llevándolo a convertirse en uno de los gladiadores más carismáticos y reconocidos del estado. A lo largo de su carrera, ha compartido el ring con grandes figuras del deporte y ha representado a Tlaxcala en diversas arenas del país. Su estilo técnico y su entrega sobre el cuadrilátero le han valido el reconocimiento del público y de la comunidad luchística.
Siempre tuvo claro que quería ser luchador profesional. Para él, no bastaba con ser un luchador amateur o "molero", como algunos dicen despectivamente. Su objetivo siempre fue la excelencia, y cada entrenamiento lo acercaba a su meta. Sin embargo, no todo fue fácil. Su madre, preocupada por los riesgos del deporte, se mostraba contrariada en un principio. "Si te van a pegar, pues acá tenemos con qué", le decía. En cambio, su padre, gran aficionado de la lucha libre, le mostró apoyo desde un principio. Con el tiempo, su madre también terminó aceptando y respaldando su decisión.
El 29 de junio de 2001, a la edad de 20 años, debutó en San Pedro Muñoztla. Aquel día, junto con su maestro, Pedro Sosa Hernández, conocido como el Señor Andrajos, y sus compañeros King Spider y Carnicero Loco, enfrentó su primera lucha profesional. La adrenalina del combate y el peso de estar frente a un público lo marcaron profundamente. "El público es el monstruo de siete cabezas", recuerda. Aunque en ese primer enfrentamiento no logró ejecutar todo lo aprendido en los entrenamientos, la experiencia le dejó una lección invaluable: la lucha se perfecciona con la práctica y mucha dedicación.
A lo largo de su carrera, ha tenido diferentes maestros. Desde el propio Señor Andrajos hasta luchadores históricos como Gorila Osorio (luchador de los tiempos de El Santo) y su hijo, Black Panther. También ha compartido el ring con grandes figuras como Felino, Atlantis, Último Guerrero, Cibernético y El Mesías. Sin embargo, no solo aprende de las grandes figuras de este hermoso deporte. Cada lucha, incluso contra talentos locales, le deja una enseñanza nueva. El aprendizaje es constante.
Los desafíos nunca faltaron en su trayectoria. Desde ganarse el respeto del público hasta entrenar incansablemente para mejorar su técnica, cada obstáculo fue un impulso para crecer. Aunque debutó como rudo bajo el nombre de "El Delfín Asesino", no se identificaba con él. Optó por convertirse en técnico y adoptar el nombre de "El Delfín". Más tarde, para evitar confusiones y posibles conflictos, decidió añadir "de Tlaxcala" en honor a su estado. Así nació el nombre de "El Delfín de Tlaxcala", una identidad que representa con orgullo.
Un giro inesperado llegó cuando un video suyo se hizo viral. Lo que empezó como una simple invitación a un evento, terminó por darle gran visibilidad. Promotores de distintos estados comenzaron a llamarlo y, gracias a ello, llevó la lucha libre tlaxcalteca a lugares como Oaxaca, Veracruz, Hidalgo, Guanajuato y la Ciudad de México. La viralidad le trajo muchas oportunidades laborales. Pero también hubo sacrificios, como estar lejos de la familia y perderse momentos importantes con sus seres queridos.
A lo largo de su carrera, ha tenido rivalidades intensas, pero una de las más significativas fue contra el Hijo del Brazo de Plata. En una lucha memorable, que la gente de Santa Ana, Chiautempan tuvo el privilegio de presenciar, El Delfín arriesgó su cabellera y su campeonato contra la máscara y el título intercontinental de su rival. Todo por el todo. Y ante todo pronóstico, logró salir con la mano en alto, demostrando que en Tlaxcala también hay luchadores de alto nivel.
Hoy en día, no tiene un rival específico con quien desee enfrentarse. Para él, cualquier oponente es un desafío y una oportunidad para demostrar su talento. Lo más importante no es solo la lucha en sí, sino la conexión con el público. Su mayor logro ha sido el reconocimiento de la gente, esa sensación de ingresar al ring a ofrecer el mejor espectáculo para toda la afición y salir ovacionado, con la gente aplaudiendo y vitoreando su nombre.
En el gran cuadrilátero del deporte, el gobierno ha tomado el papel del rudo más temido, aquel que golpea sin piedad al talento local al negarle apoyo e infraestructura. La lucha libre, al igual que otras disciplinas, ha sido víctima de su indiferencia, enfrentando un combate constante contra la falta de recursos y provocando que las juventudes cada vez más, sean captadas por los temibles vicios. Pero, como todo buen técnico, El Delfín no se ha rendido. Consciente de las dificultades, ha decidido formar a nuevas generaciones de gladiadores en el gimnasio "GYMYOM", ubicado en Acuitlapilco, Tlaxcala. Sus entrenamientos se llevan a cabo los lunes y martes de 1:30 a 3:00 p.m. y los martes y jueves de 6:00 a 7:30 p.m. Este lugar ha sido la cuna de jóvenes que sueñan con pisar los cuadriláteros más importantes del país. A pesar de las carencias económicas y la escasez de apoyo hacia el deporte en general, tres de los alumnos de El Delfín, y también estudiantes de la UATx, debutarán el próximo 30 de abril en San Cosme Xalostoc, demostrando que el esfuerzo y la pasión siempre encuentran la manera de brillar. Para Delfín, estos logros son la prueba de que la lucha libre sigue viva en Tlaxcala y que, a pesar de los obstáculos, el talento local puede dar la gran sorpresa en los encordados.
Sobre el futuro, Delfín Navarrete tiene bastante claro que quiere retirarse en el momento adecuado, dejando una imagen de lucha y entrega. Ha visto a grandes estrellas prolongar su carrera hasta el punto en que el público los abuchea en lugar de ovacionarlos. "No quiero que me recuerden como alguien que ya está viejo y no puede seguir", afirma. Después de 23 años de lucha, las lesiones han cobrado factura, y sabe que el retiro debe llegar antes de que su cuerpo no pueda más. Además, tiene hijos pequeños y quiere disfrutarlos. Por eso, cuando el momento llegue, lo hará con dignidad, para que quienes lo han visto luchar lo recuerden como alguien que siempre dio lo mejor de sí en el ring. Su legado quedará en cada lucha, en cada alumno y en cada ovación que alguna vez resonó en las arenas.

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