Gatitos conquistadores del arte: de dioses antiguos a reyes del pop digital
- uatxfiloletras
- 30 abr
- 7 Min. de lectura
Reportaje Filoletras
por América Leyva y Carlos Torres
El eterno enigma felino
Desde que el primer ser humano observó la elegancia de un gato cazando, supo que había algo más allá del instinto en esos ojos. A lo largo de la historia, los gatos han sido adorados, temidos, ignorados y celebrados. Pero sobre todo, han sido fuente inagotable de inspiración artística. Su ternura y fiereza han provocado en el humano una admiración tan profunda que lo ha llevado a plasmar su peculiar belleza en diversos registros, al tiempo que lo ha domesticado con el propósito de tenerlo como compañero en casa y así entenderlo mejor, admirarlo y, por qué no, verse en él como ese ser que no exige nada más que un poco de atención, cariño y amor. Este reportaje es un recorrido por la figura del gato en la pintura, la literatura, el cine y la música, hasta llegar a su consagración actual como íconos digitales. Porque si algo está claro, es que los gatos no solo han conquistado nuestros hogares: también han dejado huella en la cultura.
Deidades, brujas y guardianes: un poco de historia
En el Antiguo Egipto, los gatos eran sagrados. Protegían los graneros, pero también eran considerados guardianes espirituales. Bastet, una de las deidades más queridas, tenía cabeza de gato y cuerpo humano. Su imagen aparece tallada en templos y figurillas, mostrando ya desde entonces esa dualidad que aún hoy nos intriga: suavidad y poder. Según la revista National Geographic, en su estudio sobre la historia de este felino, su domesticación pudo haberse producido hace aproximadamente 9. 500 años en Mesopotamia, la actual Irak, Kuwait y Siria. Por otro lado, los griegos tomaron de los egipcios algunos ejemplares de gatos para poder domesticar y comercializar. De esta manera, tiempo después llegaron a los romanos quienes los veían como símbolo de poder, pues las familias que tenían a un gato en su hogar, eran comúnmente de la clase alta.

Durante la Edad Media, en cambio, fueron perseguidos, vinculados a la brujería. Aunque hubo sacerdotes y papas que quisieron exterminarlos, no pudieron porque para entonces ya se habían extendido por todo el viejo continente. La fama negativa, sobre todo con los gatos negros, perduró durante muchos años, prácticamente hasta el siglo XVIII con la llegada de la ilustración o siglo de las luces. La figura del gato nunca desapareció del arte. Siempre al margen, observando. Como ellos mismos: presentes, pero reservados.
Pintura: El gato como símbolo del alma (y del caos)
En la pintura occidental, el gato ha sido una figura ambigua. En el Renacimiento, por ejemplo, era símbolo de lujuria y deseo. En "Gabrielle d’Estrées y una de sus hermanas" (1594), de autor anónimo, un gato observa una escena de carga erótica, sugiriendo lo prohibido.
Más tarde, en la pintura holandesa del siglo XVII, los gatos aparecen en escenas domésticas de artistas como Jan Steen o Pieter de Hooch, representando el desorden del hogar o la feminidad sensual.
Otro de los referentes importantes en la pintura sobre estos felinos fue Louis Wain, artista inglés de la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX. Wain se dedicó a la pintura desde muy joven, realizaba distintos retratos y paisajes de Londres. Un día caminando con su esposa, Emily Richardson, se encontró a un pequeño gatito cerca de su casa de campo. Decidieron cuidarlo y adoptarlo.

Entonces, Louis wain comenzó a realizar dibujos sobre su gato llamado Peter, éstos lo retrataban en situaciones humanas con el propósito de hacer reír a su esposa. Sin embargo, lo que llamó la atención mundial sobre sus pinturas fueron los deslumbrantes y electrizantes cuadros que realizaría después de que su mujer falleciera. Para el pintor inglés los gatitos representaban la electricidad de la vida, esa chispa que todo ser vivo tiene y lo convierte en algo único. Wain decía sobre estos felinos: “La inteligencia de los gatos está subestimada”.
Ya en la modernidad, artistas como Henriette Ronner-Knip se especializaron en retratar gatos con una delicadeza casi maternal. Balthus, por su parte, los usó como presencias inquietantes, cargadas de tensión erótica y psicológica. Leonora Carrington, en el surrealismo, los funde con figuras mitológicas: son cómplices de hechiceras y custodios de lo oculto.
"Los gatos no necesitan permiso para estar. Y quizás por eso tantos artistas los admiran: son los únicos animales que parecen conscientes de su propia belleza."
Literatura: De lo macabro a lo metafísico
En las letras, los gatos han sido espejo del alma humana. Poe, en El gato negro, los convirtió en símbolo de culpa, castigo y lo sobrenatural. Pero no todo es oscuridad. En Alicia en el país de las maravillas, Lewis Carroll creó al Gato de Cheshire, una figura que va y viene, que ríe sin cuerpo. Representa lo ilógico, lo misterioso, lo filosófico. Es quizás el primer gato existencialista de la literatura.

Ya en el siglo XX, T.S. Eliot dedicó un libro completo a ellos: El libro de los gatos habilidosos del viejo Possum, base del famoso musical Cats. Eliot veía a los gatos como alter egos urbanos, arquetipos humanos con bigotes.
Y en la literatura japonesa contemporánea, los gatos son casi guías espirituales. En Kafka en la orilla, de Haruki Murakami, o en Soy un gato, de Natsume Sōseki, representan una sabiduría que trasciende la lógica.
En la literatura Hispanoamericana, uno de los ejemplos más claros de representación de los gatos lo encontramos en Julio Cortázar. El escritor argentino amaba a los felinos, tanto que les dedicó un cuento titulado: La orientación de los gatos. En la narración el personaje es un gato: Osiris; el narrador describe la mirada del felino, sus acciones y su misteriosa semejanza con la mirada de una mujer: Alana. La mirada y todo lo que se dicen y sienten con solo verse, el goce de lo que se expresa sin decirse, es lo que ve el narrador:
“Me miran de frente, Alana, su luz azul y Osiris, su rayo verde”.
Cine y TV: El gato como personaje con agenda
El cine ha explorado al gato desde múltiples ángulos. Está el gato elegante y callejero de Los Aristogatos, el adorable compañero en Kiki: entregas a domicilio, el siniestro animal en Pet Sematary, o el omnipresente Gato de Coraline, que habla en acertijos y conoce más que los humanos.

En el universo de Studio Ghibli, los gatos tienen presencia frecuente: no solo como mascotas, sino como entidades con conciencia, como El Barón en El regreso del gato.
En la televisión, hay ejemplos clásicos como Salem en Sabrina, la bruja adolescente, cuyo humor sarcástico y mirada cínica lo hicieron inolvidable. O Snowball, el gato de la familia Simpson, siempre presente aunque casi siempre ignorado.
En la pantalla grande, uno de los gatos más conocidos es Garfield. Su primera aparición fue el 19 de junio de 1978, creado por Jim Davis como tira cómica en periódicos de Estados Unidos. Tiempo después, en el año 2004 se estrenó en el cine Garfield, una película que representaba la vida del gato y su dueño, mostrando las principales características cómicas: ser un gatito perezoso que le encanta comer lasaña y dormir todo el día. El público quedaría encantado con la figura de Garfield, de tal manera que con el tiempo se estrenarían más películas, llegando a la más actual del año 2024.
Música: De Freddie Mercury a memes sonoros
En la música, los gatos han sido inspiración y compañía. Freddie Mercury tenía más de diez gatos y les dedicó canciones como Delilah, donde expresa un amor genuino y libre de artificios.

David Bowie, con su estética felina y su personaje de Ziggy Stardust, transmitía también esa naturaleza gatuna: ambigua, libre, fascinante.
Y en el pop contemporáneo, artistas como Doja Cat han incorporado lo felino como parte de su identidad artística, tanto en sonido como en estética.
Y no olvidemos la música viral: el Keyboard Cat es uno de los memes musicales más longevos de Internet. Un gato “tocando” un teclado casio dio lugar a toda una generación de videos humorísticos que combinan absurdismo, ternura y talento.
Cultura pop y redes: El nuevo Olimpo felino

Si antes los gatos eran deidades egipcias, hoy son dioses del algoritmo. El contenido relacionado con gatos domina plataformas como YouTube, TikTok e Instagram. Desde cuentas como @nala_cat hasta influencers humanos con mascotas “coprotagonistas”, los gatos se han vuelto símbolos de autenticidad emocional y humor no forzado.
Los gatos también están pasando a ese mundo de la tecnología a través de sus dueños; en cuentas de facebook o Instagram, su vida se comparte para que pueda ser vista por cualquier persona.
¿Por qué nos gustan tanto en Internet? Porque, a diferencia de los perros, no buscan aprobación. Son ellos mismos, y punto. Y en un mundo saturado de filtros, esa autenticidad se vuelve oro. Los gatos acompañan a los humanos incluso dentro de esta otra vida que es la tecnología. Algunos mostrando extrañeza a las cámaras, otros siendo indiferentes, pero estando ahí para sus compañeros de vida.
El arte de ser gato
Los gatos han sobrevivido a siglos de interpretación simbólica. A veces adorados, otras temidos, pero siempre observados. En la pintura, son presencias enigmáticas; en la literatura, narradores sabios; en el cine, personajes con alma propia; y en la música, metáforas vivientes. Cada gato es único como cada obra de arte es única. No exigen ni se quejan sobre toda su historia y todo lo que han tenido que soportar por el ser humano, simplemente acompañan, seducen con su mirada, cautivan con su forma de caminar, fascinan con su belleza.
Hoy, en el universo digital, siguen conquistando a millones sin hacer más que lo que siempre han hecho: ser ellos mismos. Tal vez por eso siguen siendo fuente de inspiración. Porque en su indiferencia, nos obligan a mirar con atención. Y eso, al fin y al cabo, es lo que hace el arte.
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